Las comunidades energéticas (CE) se presentan como un instrumento clave en la transición energética hacia la descarbonización. Frente al modelo centralizado actual, ofrecen una alternativa que democratiza el acceso al sistema energético, facilitando la participación activa de la ciudadanía en la gestión de los recursos de una forma más eficiente, y sentando las bases para un modelo energético más sostenible y equitativo.

Se organizan en entidades jurídicas formadas por socios que, de forma cooperativa, y a través de una instalación colectiva, producen energía para uso propio (paneles solares, sistemas de recarga de vehículos eléctricos, sistemas de aerotermia…), de manera distribuida y aprovechando los recursos locales del entorno en el que se genera. Esto permite, entre otros beneficios, disminuir las pérdidas en la transmisión y contribuir a la reducción de gases de efecto invernadero (GEI).

De este modo, su enfoque descentralizado y de gobernanza cooperativa hace posible no solo afrontar los retos ambientales y climáticos, sino también promover la equidad, la inclusión y la colaboración de la sociedad en la construcción de un futuro sostenible.

Se presentan como soluciones que empoderan a la ciudadanía en la gestión energética, ya que posibilitan su participación directa tanto en la planificación como en la ejecución de medidas de producción, consumo, almacenamiento y/o comercialización de energía, así como en el desarrollo de iniciativas enfocadas a aumentar la eficiencia energética o la movilidad sostenible.

La participación en las comunidades energéticas es abierta y voluntaria y la toma de decisiones está basada en la gobernanza democrática para garantizar la autonomía. Sus integrantes –particulares, asociaciones, empresas micro/pequeñas/medianas o administraciones públicas– deciden directamente cómo gestionar y utilizar la energía, participando y ejerciendo el control estratégico y de dirección de la comunidad energética, de cuyos beneficios energéticos se derivan otros a nivel medioambiental, económico y social.

En definitiva, las Comunidades Energéticas fomentan el ahorro energético y contribuyen a reducir la dependencia energética, un problema crítico en España, donde se importa prácticamente el 70% de la energía que se consume, según los últimos datos del Eurostat. También son esenciales para cumplir con los objetivos energéticos y medioambientales fijados para 2030, aportando una alternativa limpia, autóctona, segura y cada vez más rentable.

Tipos de Comunidades Energéticas

De acuerdo con la normativa europea, las comunidades energéticas se pueden clasificar en dos tipos: Comunidades de Energías Renovables (CER) y Comunidades Ciudadanas de Energía (CEE)

Las CER son entidades jurídicas basadas en la participación voluntaria y autónoma de personas físicas o jurídicas, que se asocian para desarrollar proyectos de energías renovables en su proximidad con el objetivo de obtener beneficios económicos, medioambientales o sociales.

Las CEE, por su parte, son entidades basadas en la participación voluntaria y abierta de personas físicas, autoridades locales o pequeñas empresas, y abarcan cualquier proyecto del sector eléctrico. Incluyen desde el consumo, suministro, distribución, agregación, almacenamiento y prestación de servicios energéticos o servicios de recarga para vehículos eléctricos. Su objetivo principal es ofrecer beneficios medioambientales, económicos y sociales y, a diferencia de las CER, no requieren proximidad geográfica entre los participantes y los proyectos.

¿Cuáles son las principales actividades que se desarrollan en una Comunidad Energética?

  • Generación de energía procedente de fuentes renovables.
  • Servicios de eficiencia energética
  • Suministro, consumo, agregación y almacenamiento de energía y potencialmente distribución.
  • Prestación de servicios de recarga de vehículos eléctricos u otros servicios energéticos.

Ventajas de las comunidades energéticas

  • Reducción del uso de energías fósiles
  • Disminución de la huella de carbono local
  • Implantación de energías renovables desde el respeto y compromiso con la comunidad.
  • Democratización del sistema energético a partir de la participación ciudadana.
  • Posible respuesta a la pobreza energética
  • Mayor eficiencia en el consumo energético, al evitar pérdidas de energía.
  • Desarrollo de la economía local en el marco del desarrollo sostenible
  • Redistribución de los beneficios en la comunidad local
  • Creación de empleo local
  • Creación de tejido comunitario
  • Alternativa de inversión colectiva para el desarrollo de energías renovables
  • Fomento de modelos de desarrollo energéticos respetuosos con el medioambiente.

 

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